Llamo a versos entretenidos,
llenos de metáforas,
hechizos.
Cuentan las leyendas
que un héroe vivía
sin temer a la contienda.
Era de recio carácter
y fuerte cual disparate
que solo buscaba
la correspondencia de su amada.
Él la quiso conocer
y con buenas maneras se presentó
pero si sen precoz,
y ella lo hechizó.
Pero sin embargo
el amor lo hacía débil,
como en el caso del cansancio
y el contacto con ella se hizo reacio.
No por él
quien en las nubes vivía,
si no por la visión de ella
quien no apostaba por las vendas
que los ojos del héroe
cegaban sin contienda.
Ella quería un galán:
guapo, que escuchará,
no un charlatán
que babeara.
Quería ella elegirlo
y no aceptar
a cualquier peregrino
que afrontara con valor
el hecho de conocerla.
Y así nuestro héroe fracasó,
pues no era el elegido
y sin más preámbulos,
triste, su camino continuó.
Había aprendido la lección,
ella no era para él,
no le pertenecía su corazón,
y él no forzaría la coacción.
Se fue al sendero,
de camino a ninguna parte.
Llevaba dolor
y el orgullo como estandarte.
Tenía que continuar su camino
y llegar dondequiera el destino.
Pensó en dedicarse a sí mismo,
cultivar sus quehaceres
y que aquella chica
con el tiempo pasase al olvido.
Se especializó en lírica y filosofía
todo para entender y conquistar
a su próxima querida
y así poder tomar
una esposa entera en algún lugar.
Era un tanto triste,
pero nuestro héroe era adaptativo
por eso en el campo de batalla
era el más temido.
Tenía una espina en el corazón clavada,
pero esta no sería su última jugada.
Y camino hacia la nada
se quedo pensando en todo.
Descubrió lo un-equivoco,
el secreto del proscrito.
Tenía que hacerlo ver
y hacer a la gente entedener
aquello que había reflexionado
en base a la inociencia,
en base a un recuerdo vano.
Y así llegó a Hipocritopolis,
la ciudad de los hipócritas,
donde toda la controversia yacía.
Allí reunió parte de la plebe
y los delató con un discurso
sobre los senderos del mundo.
Les dijo: ''El conocimiento
es nuestro principio y final,
pues el discernimiento de la vida
es nuestra mayor estima.''.
Muchos se marcharon,
otros lo abuchearon,
pero al final solo quedó un jóven;
''¿Cómo te llamas?''
''Hipócrito me dicen''.
Y así nuestro héroe conoció
el que sería su portador.
Lo empezó a conocer
y la férrea moral del chico
lo hizo enloquecer.
Le enseño el arte de la guerra
y el a cambio le enseñó moral,
y al poco tiempo nuestro héroe
cayó al suelo de pena.
Pues había cometido
muchas bajas en la guerra,
pero eso no era todo,
sino todas esas familias
que se había llevado la marea.
Y nuestro héroe
como buena persona partió
a enseñar valores con motivos
hasta los confines de la tierra.