Estaba sentado yo en una silla con una mesa delante, y la profesora hacía la vista gorda. Los alumnos me lanzaban bolas de papel mojado con babas desde sus bolígrafos cuando la profesora no miraba, no podía aguantar mas ... Llevaba como 5 años aguantando dicho sufrimiento, juntandome con los supuestos rarillos y siendo un excluido social. Estos rarillos, personas de buen corazón, también pasaban por lo mismo pero en un nivel mas bajo, simplemente los excluían, pero no llegaban ni a las collejas ni a los insultos. Era muy arduo aguantar todo esto, en mi casa no tenía apoyo suficiente y tuve que apuntarme a un psicólogo para liberarme, pero volvamos donde estábamos, me estaban lanzando bolas de papel babeadas para entretenerse, al son de unas risas malévolas de ''gracia''. El cabecilla de ellos era un chico moreno, mas alto que yo, que empezó todo esto, en mi opinión, para sentirse superior, para sentirse aceptado por los demás, pero que ahora, ese juego, porque al principio era un juego, se le fue de las manos.
Los minutos transcurrían lentos, al son del tic tac del reloj que tenía, quería salir al patio y juntarme con los que realmente me apreciaban, los supuestos rarillos.
Al fin salimos al patio, fuera del instituto. Los que seguían al cabecilla me miraban mal al son que recitaban sus insultos tradicionales, todo para sentirse superiores a mí. Yo los evité escuchar, pero era imposible, así que me fui cabizbajo hacia la zona en la que nos juntábamos mis amigos y yo, al lado de un parque.
El grupo de abusones no quedaba muy lejos, y oía que me gritaban con sus malogrados insultos. Yo, que era una persona muy tranquila, me consideraba una persona bastante pacífica y madura los continué ignorando. Estuve hablando sobre videojuegos con mis amigos, tranquilamente al son de unos bocadillos. El día no prometía, uno mas en mis incontables días de sufrimiento por gente sin mucha cabeza, pero mis amigos me alegraban, con ellos podía hacer tertulias sobre que posibilidades y logros podíamos hacer en los videojuegos, además de las novedades del sector, así me desconectaba de la realidad.
Entramos de nuevo al instituto. Un chico de los que me molestaba se tiró un pedo en la mano y me puso toda la mano en la cara, que asco me dio. Me quejé, pero no sirvió para mucho, y así continué mi camino hacia clase. Bajando por las escaleras alguien me dio una colleja fuerte (que se me quedó marcada en el cuello) sin que supiera quien era, así que continué mi camino. Esta era mi rutina, cada día, cinco días a la semana durante los últimos cinco años.
Entré en clase, los abusones ya estaban en ella, por si no os lo podéis imaginar, los abusones eran prácticamente todos los chicos, excluyendo a dos que entraban al grupo de los rarillos y otros dos que miraban horrorizados cada vez que se metían conmigo fuertemente, pero sin embargo ya se habían acostumbrado a vivir con ello, sabían que no era justo pero que así era la vida.
Me senté y dejé mi libreta y mi estuche en la mesa. Tenía que ir al lavabo, y así fui, abandoné la clase camino al lavabo. Llegué, hice mis necesidades y volví. Cuando llegué no estaba ni mi libreta ni mi estuche. Una buena chica me dijo que estaba en la basura, miré y los encontré, allí sin remedio, me habían incluso abierto el estuche para que tuviera que rebuscar en la basura a buscar mis pertenencias, en fin, así fue, entre chicles y mierda cogí mis cosas y me fui a sentar, pero uno de los que había me empujó y se me cayeron mis cosas al suelo, las recogí y le devolví una mirada deseándole la muerte a lo que se rió él y sus copartícipes. Estaba juntando demasiada ira ese día, creía que debía responder de alguna manera, pero sin suficiente fuerza de voluntad me retiré a mi sitio, el lugar donde me sentaba. En ese mismo instante en el que me senté entró la profesora.
Esa clase y la siguiente me siguieron lloviendo bolas de papel babeado, incluso me enviaron un papel con un mensaje que ponía textualmente: ''Muérete''. Sabía quien era el que me lo envió, así que ya cansado de todo decidí que hoy era el día para ponerle fin a esta fatigosa rutina, hoy debía de actuar, ponerle fin, o al menos intentarlo.
Salimos al patio, yo estaba cegado porque tenía un objetivo en mente, pegarle unos cuantos puñetazos al líder de los abusones. Fui donde se reunían los supuestos ''guays'' y me puse frente a frente con el líder de los abusones, quien también era el líder de esa pandilla. El chico me sacaba cabeza y media, pero no tenía miedo, mi ira me cegaba.
- Esto tiene que terminar. - le dije- Estoy harto de que cada día te metas conmigo con tus amiguetes.
- Y ¿Qué me vas a hacer?
En ese momento le dí un puñetazo en toda la mejilla izquierda y le dí otro en la mejilla derecha, le intenté dar uno en la barriga pero este se lo paró. La gente que se había reunido alrededor de la confrontación estaba excitada, querían ver sangre, pelea. No me devolvió el puñetazo, se quedo pensativo con una mano en la mejilla izquierda, tenía ambas mejillas rojas.
En ese momento me fui, satisfecho.
Por la tarde ese mismo día, estaba revisando mi teléfono móvil y vi un mensaje suyo que ponía: ''Hoy tal vez no te habré pegado, pero mañana te vas a enterar.'' . No le respondí.
Llegó mañana, y fui al instituto con muchos nervios, sabía que si él me quería pegar lo podría hacer sin miramientos, y en una pelea me ganaría, era más grande, más fuerte y más alto. Pero ese día hubo un silencio en clase que no había visto en años. Todos me miraban y le miraban, se notaba la tensión.
Cuando salimos al patio no ocurrió nada, la gente no se burlaba de mi y había paz. El líder abusador no vino, pero me miraba de reojo cada vez que podía.
Al final no ocurrió nada, sea por que otros lo amenazaron en que si me tocaba le pegarían o porque no tuvo suficiente valor o por el motivo que sea, no me molestó mas. A partir de ese día empezó mi tranquilidad.