Era de día, o al menos a través de mis parpados lo podía ver, pero yo no abría los ojos. La pereza, mi rutina de día que no tengo que trabajar me dictaba que no debía levantarme hasta que no hubiera dormido todo lo necesario. Sin embargo al estar consciente noté pisadas en mi cama, como se hundía el colchón. Yo susurré, ''Hermana déjame tranquilo, quiero dormir.'' Pero esos hundimientos de colchón que empezaron por los pies iban subiendo, lentamente. Poco a poco llegaron al torso, unos segundos más tarde al lateral del pecho. Yo me levanté de golpe y abrí los ojos: la luz que veía a través de mis párpados se volvió oscuridad, pero lo suficientemente iluminado para ver la figura que tenia encima, sentada en mí, la del tétrico y mórbido payaso del sueño anterior. Me empujó hacia atrás y me golpee con el colchón, él me aguantaba por los brazos, haciendo una fuerza la cual no podía combatir mirándome fijamente con sus diabólicos ojos rojizos. Quería morirme, actuar para ahogarme en el sueño y así evadirlo, pero no podía, no había tiempo, él me había alcanzado, debía seguir el curso de éste sueño. Me apretó los brazos con sus manos con unas uñas muy largas y afiladas, yo intentaba liberarme, pero no podía. Se me acercó, se puso cabeza con cabeza y me miró con una tenebrosa sonrisa, entonces rápidamente se me puso en la oreja, recuerdo que pensé ''Ahora me morderá el cuello y me desangraré'' , pero no, me susurró unas palabras que no tenían sentido pero que me hicieron levantar el corazón aún mas de lo alterado que estaba y me desperté de golpe. Eran las seis de la madrugada, y me fui al lavabo. Me miré al espejo, tenía las mangas del pijama subidas, y tenía zarpazos largos y estirados en cada brazo, como si hubiera tenido un forcejeo con alguien que me clavara las uñas...
Éste es mi caso, esta historia es verídica, me ocurrió a mí hace cosa de mes y medio.