Suele suceder que si deseas esperar un qué de alguien, a mi parecer, debes cumplir éste qué “mágico” contigo mismo de una o otra manera. Uno no puede demandar unas acciones a otro individuo si más él no cumple estos requerimientos. Suele ocurrir la idealización del trato el cuál se espera de alguien debido al romanticismo hipotético sugerido en películas y canciones. La realidad es totalmente distinta a la ficción y no deberíamos caer en falsas expectativas por lo previamente observado en fuentes poco realistas.
Cuando alguien espera algo de alguien tiene que cubrir el aspecto demandado al otro, no de igual forma aunque puede, si no con otras acciones constructivas que supongan un avance positivo más no uno negativo que pueda hacer retroceder el curso de la vida del otro. Hay que sumar, nunca restar, y siempre en la medida de lo posible y viable.
Cuando quieras “transformar” a alguien para su mejoría en algún aspecto formal de la vida como existencia, según creo, debes hacerlo mediante el ejemplo que muestras al otro pues no puedes exigir lo inexistente en ti mismo. Las falsas convicciones idealizadas pueden suponer una verdadera traba problemática y no hay que forzar la supuesta ficción fantasiosa de muchos de los estereotipos impuestos por la hipótetica “cultura”. Hay que trabajar con el enseñar, no con el pedir. Si alguien observara tu ejemplo con ojos admirativos, podía suponer una metamorfosis a la asemejanza a tu persona en el aspecto admirado, entonces, si fuese útil, se haría éste aspecto tuyo como propio suponiendo una hipótetica mejoría ante el afrontar de los aconteceres en la vida, aunque por prueba y error puede cambiar según se crea conveniente en pro del perfeccionamiento según las necesidades demandadas que se requieran en el momento de la vida.
Nunca hay que exigir sin ofrecer nada a cambio y siempre hay que enseñar para que se pueda aprender.